Y yo suspiré, la noche había cerrado el telón con el calor de la luz del sol y las lágrimas del rocío. La euforia se torno en vacio, el vacio del alma artificial, la soledad de un corazón triste, la sonrisa de la que se enamoró la falsedad. Unos ojos brillantes y unos labios rojos me hicieron olvidar la realidad por un momento, y una canción nos unió bajo la lluvia de una cerveza fresca. Pero todo sueño tiene fin, toda sonrisa evita la eternidad y una pared sujeta mi mirada perdida entre las gentes. La pena me acoge como su amiga y yo disimulo la tristeza y me lio a bolazos de nieve. Cada noche es diferente y mi corazón late igual, ayer me bañaba en risas bajo el calor de la música y la fría caricia del alcohol, hoy es otra canción, el vaso quema más fuerte mis entrañas y los ojos que me miran son distintos. Pero mi corazón sigue haciendo tic tac al mismo compás de una canción triste. Quemo cada segundo al máximo, exprimo todo mi tiempo con una sonrisa eterna y, aun así, el carpe diem sigue siendo mi cruzada, mi búsqueda del cáliz bendecido con la bebida de la felicidad. Quizás esté en aquellos labios, o en unos ojos que me miran desde el silencio, quien sabe si no será ese abrazo que tú me pediste para poner punto y final. La única verdad es que no voy a desfallecer, que en la búsqueda está el romanticismo, y si ser romántico es el mayor de los pecados, que mi infierno particular tienda una alfombra roja porque entraré con paso triunfal, mientras no para de sonar aquella canción que un día me lo hizo comprender todo.
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