Tu espalda desnuda marcó mi número de teléfono y yo lo cogí a la cuarta mirada. Mi negativa a tu primer ofrecimiento fue mi primer farol. Tú volviste a repartir las cartas y me desplumaste el corazón. Tu simpatía entre idas y venidas era una pequeña película con final abierto. Unos brazos amigos te acogieron en mi lugara y a mis celos les dio por sonreirte. La ironía se convirtió en mi amiga, pero la tuya era más inteligente y se rió de mí. Cambiamos el fin de semana por pedir la misma canción, y yo me llevé tu complicidad, él se llevó los labios por los que yo maté la vergüenza. Una simpática sonrisa quiso cambiar la visión de mis ojos y encubrirte, pero la realidad es muy graciosa y ambos sucumbimos a una carcajada cómplice. Cómo va a recriminar el diablo las maldades de sus discípulos, hace tiempo que me quité la paja de ambos ojos y le di todo mi amor a la libertad. Esa palabra para la que se inventó el lenguaje y que su hermosura nunca podrá ser tapada, por mucho que algunos la quieran teñir de rojo. Yo no sé si te busco un minuto, una noche o todas las vidas que me quedan. Sólo sé, que mientras nuestra canción no deja de repetirse, yo sólo espero volver a compartirla con tu mirada.
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